Los Gourié y la fábrica de Ron Arehucas

Los Gourié conforman una de las familias más conocidas de Gran Canaria. Su origen está en la llegada a la isla de Francisco Rosalie Gourié David en 1805. Originario de Fontnebleau, murió a los 50 años en Las Palmas de Gran Canaria. Su arribada a Canarias está envuelta en una nebulosa un tanto mítica y confusa. Algunos relatos sin confirmar indican que llegó en una barca que originariamente se dirigía a la ciudad americana Saint Kitts, en compañía de quien sería un importante empresario de origen escocés y establecido en Gran Canaria, James Swanston también posteriormente establecido en la ciudad. A la altura de la isla de Fuerteventura se vieron sorprendidos por los corsarios americanos, quienes les despojaron de todo y los arrojaron a la playa, la cual tuvo que ganar a nado justamente con lo puesto.

Socorrido en Fuerteventura, se dirigió a Tenerife, isla que ofrecía mayores posibilidades de negocio al estar en ella la representación del Real Consulado; J. Swansto, por su parte se dirigió a Las Palmas, donde inició un próspero negocio.

Francisco Gourié trabó en Tenerife abundantes relaciones con empresarios, comerciantes y patrones de barcos y pronto olvida sus iniciales propósitos de trasladarse a América. Se relaciona con el acaudalado comerciante del municipio tinerfeño de Tegueste, Juan Álvarez-Conde y Verana, quien le nombra auxiliar de sus negocios con residencia en Santa Cruz de Tenerife.

Fue estrechando relaciones con esta familia y se casa con la hija de estos, Juana Vidal (9-10-1806). Una vez unidos por este matrimonio, el panorama cambia para Gourié al ser nombrado socio por su suegro, detentando un 50 % de los negocios. Como ampliación de los mismos, extiende sus actividades a Gran Canaria, principalmente en las vitivinícolas, sin abandonar por ello el tráfico con los barcos que le respetaban grandes dividendos. Esta expansión y el éxito obtenido, le llevó a independizarse. Para ello se deshace de la sociedad que le unía a su suegro y se instala definitivamente en Las Palmas, ganando rápidamente fama de acaudalado comerciante.

Hacia 1818 comenzó a destacar como hábil comerciante, hasta ser considerado como el más acaudalado de la isla. Realiza adquisiciones de tierras en Arucas, Telde y Las Palmas, donde compró una hacienda perteneciente al mayorazgo de Matos por valor de 4.595 reales de vellón. En Francia había heredado de sus padres en 1834 bienes raíces, los que dejó bajo la administración de un tal Alejandro Tricaut, después de haber viajado a Francia para solventar los trámites de la herencia.

De los 7 hijos habidos de su matrimonio, de los cuatro varones tres marcharon a América. Fue el mayor, Alfonso, el que continuó los negocios iniciados por el padre. Había nacido en 1810, siendo su padrino el comerciante maltés, afincado en esta ciudad, Gabriel Azopardo. Este Gourié conformó una gran propiedad agrícola, con centro en la ciudad de Arucas, la que dedicó principalmente al cultivo de la cochinilla, actividad en auge en esta época en Canarias.


Incrementó su patrimonio con la compra de una parte del Mayorazgo de Arucas a Doña María Luisa Castelli, Marquesa de la Fuente y condesa de Benamuza, la cual dividió el mismo en dos partes, una de las cuales, adquirida o comprada previamente por D. Carlos Pedro Villa (la otra fue adquirida por el Marqués de Realzuela, D. Luís Solís), terminaría en manos Alfonso Gourié por la suma de 1.900.000 reales. Era un latifundio que hacía un total de 328 fanegadas, además de 117 azadas de agua (Caballero Mujica, 1973).

También participó en la compra de bienes desamortizados, siendo uno de los mayores compradores de bienes vinculados en la provincia de Las Palmas, realizando una compra de 2 fincas de un total de 335 fanegas y un valor de 1.933.000 reales de vellón, una muy respetable cifra que le situaba a la cabeza de los compradores de este tipo de bienes desamortizados (Suárez Grimón, 1987: 928).

En definitiva, Alfonso de Gourié Álvarez era uno de los mayores contribuyentes por rústica de la isla de Gran Canaria, catalogándose entre los 18 grandes propietarios pues pagaba entre 2.000 y 5.000 pesetas de contribución, cantidad que significaba la mayor cuota, por sus propiedades en el municipio de Arucas, y entre 300 y 500 pesetas en el municipio de Santa Brígida en 1917 (Millares Cantero, 1976: 30 y 43).

Cuando la grana cochinilla, el cultivo y negocio de exportación fundamental de Canarias en los dos tercios centrales del siglo XIX, inició su decadencia por la competencia de las anilinas artificiales, Alfonso Gourié, al igual que otros propietarios se vieron obligados a buscar nuevos cultivos que paliasen la crisis que se avecinaba. La alternativa se presentaba con la caña de azúcar y del tabaco, productos cada vez más demandados por los consumidores peninsulares y europeos, al extenderse el uso del café, el té y otros estimulantes que necesitaban edulcorantes.

D. Alfonso captó rápidamente la idea y trató, sin conseguirlo, de formar una sociedad de agricultores, para plantar caña y montar una gran fábrica que procesase los productos de este cultivo. No encontró la colaboración prevista, sólo correspondió a su idea quien fuera adquiriente de la otra parte del Mayorazgo antes citado, Don Bruno González Castellano y de su esposa, una vez fallecido el marido en 1883. Nace así una de las empresas de transformación agrícola más importantes de Canarias, la fábrica de ron llamada Fábrica de Azúcar de San Pedro.

También se hicieron experimentos con el tabaco, el otro cultivo alternativo para a la grana cochinilla, para lo que se celebraron conversaciones en el Sub-Gobierno de Las Palmas (Delegación local del Gobierno) con agricultores y comerciantes locales «con el objetivo de formar una sociedad para velar por el desarrollo y cultivo del tabaco en nuestra isla» (por Gran Canaria).

Así nació El Porvenir Agrícola de Gran Canaria, en cuya comisión para examinar y modificar el proyecto de reglamento figura como presidente D. Alfonso Gourié y Álvarez. También formó parte de la Junta de Comercio de
Las Palmas, entidad que tenía como misión asesorar y emitir informes sobre la situación del comercio (Suárez Bosa, 2006).

Junto con su mujer, Gregoria Marrero Peña, fue impulsor y propietario de la fábrica de azúcar (ver más adelante), ejerciendo Don Alfonso las labores de administrador de esta empresa así como de las propiedades agrícolas de la Hoya de la Campana y Las Vegas. Ambos cónyuges entroncaron por matrimonio con la alta burguesía, residiendo en la ciudad de Las Palmas aunque mantenían casa en Arucas; asimismo, participó en la constitución de la empresa de pesca con actividad en el Banco Canario-Sahariano, las Pesquerías Canarias (Quintana Navarro, 1985:135).

Don Alfonso Gourié falleció el 25 de marzo de 1890, habiendo tenido dos hijos, Rosario y Francisco Gourié Marrero. El segundo de los Gourié tuvo un protagonismo indiscutible en definir el marco jurídico donde se desenvolvería la producción de azúcar y tabaco en Canarias en el siglo XIX. Para ello impulsó la creación de la sociedad El Porvenir Agrícola de Canarias, surgida para comercializar el tabaco y las labores tabaqueras; mientras que para asegurar el mercado para el azúcar, impulsará la negociación con la Hacienda estatal, contando con el apoyo del importante político grancanario y futuro embajador de España en París, Fernando León y Castillo, con la pretensión de establecer conciertos con el Gobierno, conciertos que permitieran la entrada de este producto en el mercado peninsular sin impuestos (De Luxán Meléndez y Bergasa Perdomo, 2004).

Al margen de su actividad económica, cabe resaltar de la actividad social de Alfonso con la donación de un caudal de agua para el abastecimiento público de Arucas, cediendo a la ciudad el contenido del naciente de la Fuente del Hierro, situada en este municipio.

El siguiente protagonista en la saga, Francisco Gourié Marrero, se integra ya plenamente en la sociedad y la economía Canaria, pues tuvo una activa presencia en la sociedad y la política local, conduciéndose como un importante miembro de la oligarquía local.

Ejerció diversos cargos de representación política (fue Concejal del Ayuntamiento de Las Palmas, Consejero del Cabildo de Gran Canaria y miembro de la Junta de Obras del Puerto en representación de los agricultores) y económicos (vocal y presidente de la Cámara Agrícola de Gran Canaria, miembro del Consejo de Administración de la empresa Sociedad «Pesquería Canarias», vocal de la «Sociedad Fomento de Gran Canaria», Presidente de la Heredad de Aguas de Arucas y fundador y Presidente del Monte de Piedad de la Caja de Ahorros de Gran canaria (de 1913 a 1931).

Conjuntamente con su hermana, cedió al Ayuntamiento de Arucas el agua de la fuente de Norado para el abastecimiento público (con ello intentaba emular a su padre que había donado las de la fuente del Hierro), mediante un acuerdo con escritura de 11 de diciembre de 1902, aunque posteriormente conllevó conflictos de los herederos con el consistorio. En 1942 tal suministro cesó por haberse secado de los remantes.


La obra cumbre de D. Francisco Gourié Marrero (nació en 18 y murió en 1931) fue su ayuda a la construcción de la iglesia de Arucas, colocándose la primera piedra el 19 de marzo de 1909. Por esta obra le fueron concedidos honores y reconocimiento al propietario y empresario por parte del Ayuntamiento de Arucas. Datos tomados de Millares Cantero (1976) y Suárez Bosa (1992).



La Fábrica de Azúcar San Pedro


Como se ha dicho, los Gourié fueron los impulsores de uno de los proyectos industriales más importantes de Gran Canaria, la fábrica para moler azúcar de caña denominada San Pedro. En efecto, en 1883 pensó D. Alfonso Gourié instalar un complejo industrial que procesase toda la producción de caña de azúcar de la zona de Arucas, una vez que los agricultores habían asumido el beneficio que podía suponer este cultivo. Para ello trató de constituir una sociedad, pero, como antes se ha dicho, sólo contó con la ayuda del otro adquiriente del Mayorazgo de Arucas, D. Bruno González Castellano, a la sazón alcalde de la villa, pero éste falleció a los pocos días (7 de abril de dicho año); no obstante, su viuda mantuvo en todo la cooperación ofrecida por su difunto marido. La fábrica se instaló en lo que fue la Era del Mayorazgo, ahora llamada de San Pedro, donde se edificó una casa de labranza a caballo de las dos principales fincas de D. Alfonso Gourié y D. Bruno González Castellano.

Para instalar la fábrica hubo que importar la maquinaria, la cual fue traída de Glasgow, donde había sido construida por la firma Duncan Stewart & Co.; su transporte había sido gestionado por el comerciante francés D. Juan Ladeveze, arraigado en Las Palmas desde hacía muchos años como consignatario y comerciante (ver más adelante), conformando así un eslabón más de la red social y migratoria de los empresarios franceses en Canarias.


La iniciativa tuvo efectos de difusión porque cerca de la fábrica se erigieron otros trapiches para moler caña. La instalación del artefacto fue una operación complicada, desde su desembarco en el Puerto de La Luz hasta su traslado a Arucas, mediante carretas tiradas por bueyes. Su llegada al pueblo ocasionó el lógico asombro a la vez que alborozo en la localidad.

Para su puesta en marcha se contrató a los ingenieros franceses D. Robert Gisbert y D. Enrique Giraud, así como al técnico maestro de azúcar D. Luis Buissine. Por cierto, que con motivo de la fiesta nacional francesa (14 de julio de 1884), se originó un incidente en la recepción cuando aquellos dieron vivas a Voltaire y a la República, lo cual ocasionó la repulsa de algún integrista medio local. Al margen de esta anécdota, la fábrica comenzó a funcionar el 9 de agosto de 1884, para lo que se llevaron a cabo actos solemnes.

La fábrica tuvo efectos de arrastre del cultivo de la caña en la zona, cuya primera zafra se recogió en 1885, plantándose en el municipio de Arucas por numerosos agricultores, a muchos de los cuales adelantó A. Gourié dinero para las atenciones del cultivo. La primera zafra supuso recolectar 5.650.040 kilogramos de caña, por lo que hubo que aumentar la maquinaria con otro trapiche, llamado molino de repaso, pues su misión era precisamente la de que por él se volvieran a pasar las cañas después de haber sufrido una primera comprensión en frío, sin embargo el futuro del azúcar se ensombrecía en Canarias por las dificultades que ponía el Gobierno español a su entrada en el mercado peninsular, a pesar de las gestiones de las autoridades locales y al inicial apoyo del ministro y patricio canario Fernando León y Castillo, postrer embajador de España en París.

La fábrica continuó su perfeccionamiento y en 1909 se adquirió un alambique, sistema Guillaume, a la casa Egrot y Grangé, de París, con capacidad para trabajar cada 24 horas trescientos litros de jugos fermentados, siendo el coste de los aparatos cerca de 200 mil pesetas.

Con esta nueva maquinaria, la Fábrica de San Pedro continuó a mayor escala con la producción de aguardiente, bajo la titulación de Destilería de San Pedro, labor que continúa en la actualidad con capital local después de ser adquirida por el industrial canario Alfredo Martín Reyes en 1940. (Apareció en el periódico Revista de Las Palmas (Vélez, 1984: 339).





La escritura de compra del Mayorazgo se formalizó en Sevilla, el 5 de septiembre de 1859 (Vélez, 1984: 35).
La grana cochinilla es un parásito de los nopales o tuneras (en Canarias) de donde se extrae un tinte, que era muy cotizado antes de la obtención de tintes artificiales. Procedente de Centroamérica, su cultivo se extendió en Canarias en el siglo XIX. Se introducía en Europa por los puertos de Londres y Marsella, fundamentalmente. Cabe resaltar su participación de Alfonso Gourié en la creación de la Unión Agrícola de Gran Canaria, entidad dedicada al fomento de este cultivo.


Fuente: Empresas y empresarios franceses en Canarias en el siglo XIX (Miguel Suárez Bosa)

1 Comentarios Blogger:

Anónimo dijo...

Me ha parecido muy interesante.
He descubierto que , siendo pequeños, somos grandes.

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